WEEZER – VAN WEEZER (2021)
No es sorpresa que una agrupación tan activa como lo ha sido Weezer
en los últimos años, lance dos álbumes con algunos meses de separación. De hecho, el tema de la pandemia fue determinante para ajustar el
calendario de su logística: Van Weezer estuvo planeado para publicarse
en mayo de 2020, sin embargo, Rivers Cuomo & Co. decidieron
postergar su salida un año. El álbum se sirve de remembrar el heavy
rock de los años ochenta, acuñándose también como tributo al fallecido Eddie Van
Halen y su banda, iconos del hard rock y heavy metal; coincidiendo en este
veinte veintiuno con el orquestal Ok Human publicado a finales de enero.
Ahondando en Van Weezer, se manejó con el insidioso sincretismo particular de la banda desde que fue anunciado en septiembre de 2019. En algunas entrevistas, se habló del momento cuando llegó a la mente de Cuomo cual epifanía, la génesis del álbum: mientras ejecutaba el solo de guitarra de su ya inmortal, aunque bobalicona, Bervelly Hills en un concierto, la reacción entusiasmada del público ante la acción contundente de la guitarra, tan abandonada durante sus últimos álbumes, dio paso a una nueva etapa, cual extraña y casi ajena, a los sonidos urbanos de pop moderno que se habían medianamente afianzado. Y al mismo tiempo, resulta una suerte de reflejo opositor también al pop barroco de cuerdas y piano vertido en la placa de principios de año, este nuevo estallido potente de algarabía y nostalgia resultó bien recibido, apreciado y por supuesto, analizado no con poco ánimo de crítica.
De Weezer se puede comentar muchas cosas, sin embargo, han demostrado a través de su consistente trayectoria, que son una de las últimas bandas de rock cien por ciento auténticas, ganándose una sólida base de admiradores alrededor del mundo; gracias a su fiable trabajo, el cual no afloja, puesto que, por comentarios del mismísimo Rivers Cuomo, es muy probable para 2022 tengamos nuevo materia del grupo plasmado en cuatro placas, figurando su fecha de lanzamiento conforme al inicio de las estaciones del año. Pero centrándonos en el decimoquinto disco de estos oriundos de los Ángeles, su principal influencia proviene del sonido duro que referencía a Kiss, Judas Priest, Metallica, Black Sabbath y a los ya citados Van Halen, aunque tampoco se separa de la edulcorada sonoridad pop de la banda. Y es justo este elemento, el eslabón más débil de su cadena. Resulta extraño que el resultado, no fuese tal cual “heavy metal” cuando no les resulta ajeno en propia piel: Maladroit de 2002 se nutrió ávidamente de una entonación verdaderamente pesada, sin despegarse de sus melodías pegadizas, el infame y luego sumamente alabado Pinkerton, enardece con luz de centellas furiosas y relatos de suma fragilidad emocional. Incluso piezas en Hurley y Everything Will Be Right in the End, decantan poderío a través de riffs con distorsión a tope.
Grabado entre 2018 y finales de 2019, Van Weezer presenta un sonido guitarrístico
expandido de rock triunfal de estadio, aunque en su afán de lograr precisos
momentos pop, pierde filo volviéndose una sufrida, tediosa e inofensiva
propuesta. No todo es malo, posee un nivel de calidad admirable, su productora Suzy
Shinn acopló cada uno de los elementos conformando una
columna lo bastante sólida en el sonido.
The End of the Game es una efusiva pieza que intenta emular en su comienzo Eruption de Van Halen, concentrándose de inmediato, en sus propios coros y ganchos pop, añadiéndole al rasgueo en las guitarras poderosos golpes de batería, bajeo duro y una letra cursi que se sale de tono.
I Need Some of That raya con el auténtico heavy rock de los ochenta, coros y metralla incluida, rasgueos melódicos y las necesarias referencias en su letra, que por poco, caen nuevamente en lo cursi, aunque si dejamos que la instrumentación con su emocionalidad guíen la escucha, la pieza resulta más disfrutable.
Beginning of the End es un tensor dramático de riffs recios, sección rítmica divergente y excelentes coros cuya letra, pierde sentido por tratarse de un pastiche de recortes. Aparecida primero en el soundtrack de Bill & Ted Face the Music, aunque con mezcla distinta, el acomodo de su solo de guitarra y grandilocuencia rockera la vuelven un recurso necesario para tocarse en vivo.
En Blue Dream vuelve la absurda necesidad de referenciar, en esta ocasión, Crazy Train de Ozzy Osbourne y sin embargo, termina saliéndoles bien el numerito. Siendo una carta de amor sincera de efervescente power pop, el corte se desplaza enérgico gracias a su dupla de guitarras supersónicas y la tropa incansable de batería y bajo. 1 More Hit supura energía constrictora, solidificando una pared de guitarras ásperas y otra de fluidos solos que vuelven a instalar al escucha en la preciada butaca de los ochenta: una súplica por momentos sufrida y en otros, sin sentido por su letra olvidable. Sheila Can Do It se sazona con fuertes melodías y grandes cabriolas guitarreras.
She Needs Me se mueve por mera tracción portando el ímpetu y golpeteo ceñido,
aunque resulta algo carente en inspiración. Precious Metal Girl parece una
señal de alerta que prefiere caminar por la banqueta de la discreción: balada
acústica de letra aspiracional y emotiva, sin embargo, queda a deber por quienes esperábamos un contenido más solvente.
BONUS TRACK: en la edición de vinil fue incluida I´ve Thrown It All Away, un melancólico corte regrabado, casi como calca del demo original, datando de los mismísimos orígenes de Weezer en 1992.
Tracklist:
1.- Hero
2.- All The Good Ones
3.- The End of the Game
4.- I Need Some of That
5.- Beginning of the End
6.- Blue Dream
7.- 1 More Hit
8.- Sheila Can Do It
9.- She Needs Me
10.- Precious Metal Girl

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