BLUR – PARKLIFE (1994)
Los años noventa son ampliamente reconocibles (y entrañables), por brindar continuidad a la explosiva propagación de la cultura pop impulsada desde la década anterior, con sus paletas de coloridas mercancías que comenzaron a venderse en forma súper masiva.
Si bien, ninguna nación en el planeta se salvó de verse arrastrada por esta ola inmutable de precoces programas televisivos, alocados videojuegos, revistas de moda y entretenimiento al por mayor, así como un serial de blockbusters veraniegos y una gran cantidad álbumes musicales con ventas platino; Inglaterra se convirtió en epicentro de uno de los movimientos más recordados y que pudo contrarrestar a la gran parafernalia alternativa del grunge americano: El Britpop.
Fieles a su personalidad inglesa arraigada y modos distinguidos, aunque algo superficiales, la amplia galería de músicos involucrados portó con orgullo su estandarte, sin embargo, fueron 4 de ellos quienes lograron la máxima presea, consagrándose como los reyes absolutos de la música pop de mediados de los noventa: Blur.
No es para menos, ya que la inmensa creatividad, talento y disciplina que mostraron desde sus primeras grabaciones, les hizo ganarse un lugar especial en la conciencia colectiva, siendo considerados como portavoces de la vibra juvenil de aquellos tiempos combulsos y acelerados. Así también, como un contrapunto efectivo a la progresiva americanización en los gustos británicos, se mantuvieron fieles a las diatribas que tanto representaron bandas como The Jam, Small Faces y The Kinks; con sus melodías dulzonas y directas, además de las fuertes observaciones sociales muy a tema de la tradición británica (algo mordaces, algo graciosos, algo agrios, etc.).
Para su tercer álbum, el fastuoso Parklife, editado el 25 de abril de 1994, Blur mostró una transformación audaz e histriónica, colocándose en las principales listas de éxitos inglesas y aunque en las del otro lado del Atlántico tuvo un recibimiento reservado, su importancia se volvió imperecedera, personificando el augurio sobre de cómo el negocio de la música viraría en cuestiones de mercadeo, consumo y facturación, lanzado por el vocalista Damon Albarn algunos años antes. También, dejarían muy atrás a sus rivales iniciales, los aventurados glam Suede, para involucrarse en una pelea legendaria (y fingida) con los malcarientos Oasis, convirtiéndose en archirivales en una carrera de tabloides por descubrir quienes eran los auténticos reyes del Britpop (y por supuesto, la presea siempre fue para los Blur).
Parklife es una faena casi virtuosa de pop de cámara, punk, disco, psicodelia, rock y synth pop, con ecos a la intensidad rijosa de los 60, añadiendo fuertes dosis del ímpetu despreocupado y perseverante que tanto representaron los 90, dibujando de forma cercana la cultura y costumbres de la juventud británica. La narrativa, despojada de alusiones moralinas, tuvo a bien una precisión quirúrgica, impactando de forma tan cercana en el público que de inmediato se volvió epitome de sus experiencias comunes.
El festejo arranca con el éxito internacional Girls & Boys, y sus juguetonas melodías que rebotan en una estructura disco estrafalaria, cuya esencia podría parecer bobalicona si no fuese por su extraordinaria composición y letra acerca de la sexualidad desmadrosa.
Tracey Jacks es un corte jocoso de coros pop consistentes, percusiones vibrantes y teclados lumínicos, mediando con la rutina fibrosa de una chica que se despoja de convencionalismos en el supuesto imaginario de obtener una "vida mejor". End of a Century es la melancólica pincelada de cómo se fragmenta la vida, entre diversas tribulaciones hasta empobrecer el sentido común en cuanto el envejecimiento arriba; nuevamente, el coro principal se roba el espectáculo, dejándose vestir con el riff seductor de la guitarra, los teclados circunspectos y el delicioso arreglo de metales con su vibración festiva.
Parklife presenta una crítica descabellada contra las clases acomodadas y curiosamente, tampoco ampara a los desfavorecidos. Lo mejor, es la inclusión de un divertido monólogo por parte de Phil Daniels, protagonista de la legendaria Quadrophenia, andando sobre una cabalgata de batería incisiva, guitarras circulares y metales de extrema fanfarria.
La veloz Bank Holiday es un conciso ataque punk de entrecortados compases, coros delincuenciales, guitarras intrincadas, bajeo acuoso y un solo saturado de sintetizador aéreo que da paso a gritos desesperados de presea callejera.
La evocativa Badhead inicia con una excelente sección de metales, nítidos acordes guitarreros de aire country, con rítimica y bajeo incluidos, desplegando una onda con sabor a triunfo y desconcierto por igual, generando una atmósfera delicada que bien puede pasar por acogedora tristeza.
La interesante The Debt Collector es un interludio a manera de vals, que brinda color, mientras Far Out de acústica psicodélica, abre con resonancia circense y espacial, cantada por el bajista Alex James, este ejercicio remite sin lugar a dudas, al primer Pink Floyd y a su líder de aquel momento, el genial Syd Barret. To The End es un corte sinfónico cadencioso, de belleza infranqueable, lleno con cuerdas, pianos, reververaciones y grandes melodías vocales que engrandecen los momentos de quiebre instrumentales, generando un imaginario de misterio, romance, secretos y crimen.
London Loves retoma el rock ligero de motivación saltarina, configurando un conjunto de arreglos que se entrecruzan en su coro, tanto la guitarra cíclica, los teclados y bateria logran equilibrio al paso de los elegantes fraseos de Albarn. Excelente mención al desafinado solo de Coxon, robándose el escenario. La fantástica Trouble in the Message Center acelera en su envestidura new wave, teniendo un teclado como columbra vertebral, su sección rítmica resulta efectista mientras la guitarra refuerza con riffs duros y vitalidad titánica, ni que decir de las fuertes melodías vocales, centrando la letra hacia las rachas desfavorecedoras de los empleos comunes.
Clover Over Dover abre con un clavicordio y punteos ligeros de guitarra, integrando de inmediato la dinámica fluida, tan reconocible y marca de la casa: el envoltorio casi clarividente de resonancias pegajosas, evocativas, tan hermosas como idílicas. La beatletaesca Magic America contine un aire muy st. pepper de psicodélia descompuesta, inyectando esa armonía de coros en capas perfectamente equilibrados, un gracioso solo de teclado y acción edulcorada en la guitarra.
Jubilee es otra machacante narración de la vida moderna y sus encontronazos de personajes variopintos, fluyendo acomedida en las acertadas intevenciones de teclados en plan de videojuego galáctico, metales y el afortunado sostén de la sección rítmica. This is a Low es un cierre majestuoso, circundante y épico, relumbrando ruidismo, pasajes atmósfericos y solos enormes, con las excelentes vocales de Albarn, gélidas, desapegadas pero al mismo tiempo, íntimas y entrañables.
Parklife es una obra gozosa en detalles que mantiene la virtud de ser completamente accesible, lo cual justifica que se trate del álbum mejor logrado de Blur, resultando un abanico de emociones que se nutre de las aspiraciones de una sociedad en cambio constante. Un auténtico clásico.
Tracklist:
1.- Girls & Boys
2.- Tracey Jacks
3.- End of a Century
4.- Parklife
5.- Bank Holiday
6.- Badhead
7.- The Debt Collector
8.- Far Out
9.- To The End
10.- London Loves
11.- Trouble in the Message Center
12.- Clover Over Dover
13.- Magic America
14.- Jubilee
15.- This is a Low
16.- Lot 105


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