BLACK SABBATH – VOL. 4 (1972)

 



Con cincuenta años cumplidos, el cuarto álbum de Black Sabbath significó un punto de inflexión en su trayectoria, prácticamente, los inauguradores del género metal (e influenciadores en varios subgéneros) viraron hacia terrenos experimentales que enriquecieron su labor compositiva, regalándonos piezas de innegable calidad melódica.

La plantilla, formada por su alineación clásica, Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward se encontraba en un punto álgido de su interacción, siendo cuatro amigos que si bien, ya habían consumido litros descomunales de alcohol, diversas drogas y experimentado con aspectos ritualísticos ocultos, mantenían una buena disposición para exteriorizar no sólo detalles “terroríficos” de la condición humana, sino aspectos más personales en las letras.

La agrupación... hace 50 años


Esto sin duda, y teniendo a su disposición mejores equipos técnicos en estudios de mayor reputación, Vol. 4, editado el 25 de septiembre de 1972, ganó con creces, ante cualquier comparativa con sus tres trabajos anteriores, por supuesto, igual de entrañables. Más ambicioso, con su característico sonido pastoso y monumental, se dieron el lujo de ejecutar arreglos elaborados que incluían otro tipo de instrumentación invitada: piano, mellotrón, sintetizadores y en un futuro próximo, grandilocuentes arreglos de cuerda orquestados por el mismísimo Iommi.

Mostrando un pico de poder poco antes escuchado en la música popular, este cuarto opus de propiedades cabalísticas, es un rotundo gol por donde quiera que se le escuche, con una producción cuidada de tono meritorio para el peso característico de la banda, donde Patrick Meehan compartió el crédito en la consola junto con los cuatro elementos sabbateros, siendo nuevamente Iommi quien supervisaría con meticulosidad el sonido que buscaban imprimir.

en plena acción sobre el escenario

Sin embargo, sería un craso error ignorar la principal sustancia motor que guio los pasos para que este trabajo adquiriese la esencia que tanto encandila: grandes forros y parlantes atascados de cocaína, siendo evidentemente referenciada en uno de los mejores temas del plato.

Este viaje penumbroso inicia con la blusera Wheels of Confusion / The Straightener una mutación de riffs calidoscópicos de bramido solemne, marcha incesante de golpes y líneas contundentes, la voz de Osbourne remite al cantico de un chaman, mientras nos dirigimos hacia un descenso en espiral de percepciones alteradas, y el ataque turbio de pesada incomprensión resbaladiza. Tomorrow´s Dream retoma el lado más directo de la agrupación con su dinámica fúrica y letras angustiosas, manifestándose con el dramático remedo vocal y su voraz sección rítmica, deslindando grandes riffs cíclicamente pesados. 

Los sueños de mañana


Llegamos a la sorpresa inesperada pero igualmente grata, una de esas exploraciones que se agradecen, la incursión melódica que Black Sabbath tanto merecía: Changes es una sensible balada de piano auspiciada por la atmósfera evocativa del mellotrón, compuesta en su totalidad por Iommi en los teclados, y con una letra escrita por Geezer inspirada en el amargo divorcio de Ward; manifestando la profunda perdida de un corazón roto en medio de una tortuosa reflexión. 

Avanzando a través de los cambios...


FX es una breve difusión de efectos de retardo surgida de golpear las cuerdas de guitarra con un crucifico de metal, agregando ecos que inician lo que bien podría interpretarse, como un ritual sombrío. Supernaut da rienda suelta al ataque de excesos que se plasman en la instrumentación, percusiones poderosas, guitarras crujientes con solos voluminosos, las vocales descarriadas y bajeo profundo, una oda cuasi sísmica de ejecución frenética, cuya esencia no podría ser más catártica. Como dato curioso, este tema resultaba ser una de las canciones favoritas de Frank Zappa, por la manera en la que la guitarra “rompe” con el encapsulamiento rutinario del blues. Snowblind es otro punto y aparte en el álbum, de lóbrego avance y laboriosos arreglos pesados, rijosos y alusivos al estado eufórico de la cocaína, donde la letra plasma perfectamente su paranoia, estallando de forma épica en el solo de guitarra, mientras el tempo acelera, golpea y se adereza con una colosal orquesta. 

Una bola de nieve cegadora


Cornucopia presagia la ejecución lenta y cataclísmica del doom metal de los noventa, desenvolviendo riffs soporíferos que ensalzan el genial repique de la batería y la interpretación vocal que refiere a una experiencia fatídica por la ingesta descomunal de drogas. Laguna Sunrise es Iommi en su máxima expresión melódica y sensitiva, con arreglos neoclásicos en la guitarra acústica, cuerdas que remiten a imágenes de bellos y frescos parajes: la orilla de una laguna de agua cristalina reflejando la menuda luz de un ocaso cálido. St. Vitus Dance acerca los riffs fuertes a una especie de rock bailable mutante, que, sin embargo, expone un estado mental que se sumerge en el desastre: una aproximación a la muerte digna de película gore, cuyas melodías toman recursos de she loves you de los Beatles. La placa termina con la contundente Under the Sun/Every Day Comes and Goes una vorágine de rugidos y quiebres que someten al escucha a una nueva espiral en caída libre a través del delirio con sonidos extremos, ruidos inhóspitos, solos magnificentes y el cíclico afán de instrumentaciones contemplativas que, dado su ensamble, se vuelven más y más corpulentas.

De escucha ultra necesaria, el cuarto álbum de Black Sabbath es un fantástico documento que engrandece la historia del rock, como un triunfo en lo que compete a sus derivaciones más pesadas y cómo se llegó a sus momentos modernos más irascibles.

Tracklist:

1.- Wheels of Confusion/The Straightener

2.- Tomorrow´s Dream

3.- Changes

4.- FX

5.- Supernaut

6.- Snowblind

7.- Cornucopia

8.- Laguna Sunrise

9.- St. Vitus Dance

10.- Under the Sun/Every Day Comes and Goes


Álbum completo en 💥 YouTube y Spotify

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