VAN DER GRAAF GENERATOR – PAWN HEARTS (1971)
La fastuosa historia de la interacción humana ha permitido el surgimiento
de todo tipo de movimientos radicales, maximizando el pensamiento y acciones de
individuos acurrucados desde la incomodidad de sus aspectos generacionales; por
ejemplo, las fantasías innovadoras del futurismo, cruzando por la
experimentación radical del dadaísmo y más corrientes artísticas que se destacaron por promover los aspectos más anárquicos de sus colectivos, con el
fin de mantenerse, en muchas ocasiones, innecesariamente vigentes.
En la cuestión musical, esta búsqueda permeó a los compositores de vanguardia
a iniciar sus propias bifurcaciones enrarecidas, desde principios el siglo
XX, incluyendo grandes mentes que se instalaron dentro del firmamento con la
sagrada herencia que dejaron atrás, como el mismísimo John Cage, hasta el brote
del rock n´roll y su evolución durante los años sesenta, dando a lugar procesos
compositivos más complejos y retóricas intrincadas en el escenario del rock
progresivo, máximo portento de magnificaciones sónicas, contextuales y
alucinatorias.
Si bien tenemos algunos antecedentes a consideración, dentro de la
psicodelia y las atmósferas del rock espacial, sin duda, son los teclados y figuras
de Procol Harum un objeto a estudio previo a la explosión en el jazz enérgico del
debut de King Crimson. Sin embargo, una agrupación inglesa, supo
entremezclar sus influencias más abstractas, comprimiendo los impulsos más
arrebatados para configurar su propio sonido expresionista e intempestivo:
Conformados por el genial Peter Hammill, compositor
visionario en voz, guitarras y teclado, rematando con el extraordinario talento
de Guy Evans en la batería, Hugh Banton en teclados, bajo, pianos
y sintetizadores, además del colorido saxofonista David Jackson; alcanzando
un estatus, que si bien no resulta desconocido, se ha instalado en el saber de
culto de los fanáticos tenaces del progresivo fastuoso y comprometido.
Para su tercer álbum, con una experiencia en estudio bien domada, se
permitieron desarrollar un concepto ominoso en Pawn Hearts. Emparejado con los números barrocos de la escena de Canterbury o la fantasiosa imaginería épica de Genesis, pero que, gracias a las
personalidades contrastantes de sus perpetradores, adquiere un cariz distinto,
casi desestructurado, indisciplinado, indomable y poderoso. Con sólo tres
canciones largas, el plato logra sobresaltar a cualquier escucha que se interne
en sus vociferaciones aurales, un paseo con mínimos descansos, mediando
hasta conseguir una experiencia casi extracorporal y arremangada en golpes
instrumentales estridentes, paisajes preciosistas y una elucubración de
imágenes que van desde lo nítido hasta la máxima distorsión.
Con la impetuosa Lemmings de once minutos con treinta y nueve segundos, es posible tasar el sobresalto, la divergencia desapegada de los recursos musicales y líricos, un amasijo de furia e insospechado autocontrol que se favorece de su propulsión instrumental, disponiendo un sacrosanto acoplamiento que podría enturbiar hasta los cielos más despejados y corromper las diáfanas estadías de la luna más blanca.
Man-Erg es una conjunción titánica e irreverente de letras desconcertantes acerca de centellas y extremidades humanas, permitiéndole a la batería estallar en espejo con las distintas camas de teclados, guitarras acústicas y el embate sobresaliente de los saxofones; tal como una discusión a gritos, donde la guitarra invitada del mismísimo Robert Fripp, intenta imponer orden y texturizar el de por sí amplio universo recreado por la voz, a través de golpes a velocidad de rayo, condensados en diez increíbles minutos. Coexisten sin perturbarse, emociones ralas de belleza, frenesí, confusión, luminosidad casi sagrada y una incierta oscuridad que avanza tal meta relato fantástico en una aparente no ficción.
La
magnificente A Plague of Lighthouse Keepers podría a ver sido una copia
descarada de los temas extensos de Yes, sin embargo, posee rasgos característicos y agudos que fluyen entre la perspectiva misteriosa de la
voz de Hammill, los metales de trueno auspiciados por un delirante Jackson,
además de la batería acelerada, de los pianos y teclados casi
embrujados, logrando un antecedente perturbador a grupos de post punk como Cardiacs,
XTC y The Pop Group. El corte prospera y divaga entre sus
distintas secciones de duración escalofriante, veintitrés minutos de misterio,
destemplanza y soberbia habilidad, como una
entropía desnaturalizada, sardónica, irreverente, ensordecedora que procede con
el único objetivo de explorar en la enloquecida condición humana.
Pawn Hearts es un álbum temerario, grandilocuente y entrañable, factura de una de las mejores agrupaciones que representó un momento histórico de descubrimiento, juventud y excelsa clarividencia. Cumpliendo sus cincuenta años, esta es una escucha ultra necesaria que no obtiene desperdicio por donde se le busque.

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