THE SMASHING PUMPKINS – GISH (1991)
Podemos repasar en nuestra memoria, como ejercicio personal, buscando un instante propio de inocencia e ingenuidad. Pareciera una labor fácil, sin embargo, esta experiencia puede encontrarse en algún sitio recóndito y velado por el hecho de hacernos sentir desprotegidos y avergonzados. Es muy probable que Billy Corgan sintiera ese ánimo arrebatador muchas ocasiones, justo cuando él y su banda (o en su mayoría él), se encontraban registrando su primer álbum de larga duración, esfuerzo por demás entrañable con el cual despegarían una trayectoria artística destinada a un insondable prestigio.
The Smashing Pumpkins se formó en 1988 durante un concierto, en el que Corgan y su amigo James Iha, coincidieron con D´arcy Wretzky, afianzando una relación creativa y musical básicamente superlativa, y aunque comenzarían imitando el ejemplo de bandas alternativas como Cocteau Twins y Sister of Mercy, sustituyendo una batería orgánica con una percusión programada, no pasaría mucho tiempo para que Jimmy Chamberlin, gran aficionado al jazz de muscular intensidad percusiva, cubriera esta labor de forma exacta y eficiente.
Algo satisfactorio y palpable en la discografía de los Pumpkins, es la continua evolución de su sonido, robustecido con nuevos métodos de composición e instrumentos, la capacidad poética en las letras de Corgan desplegando a la vez, grandes riffs armónicos con una inusitada energía en los compases. Sin embargo, todas y cada una de las virtudes, iniciaron en Gish, álbum debut que el pasado 28 de mayo cumplió su treintena, perteneciendo a la tan satisfactoria cosecha discográfica de 1991. El álbum fue producido por un joven Butch Vig, varios meses antes que se sacara la lotería con el Nevermind de Nirvana. Grabado entre diciembre del 90 y marzo del 91, el opus de las Calabazas es una compilación nostálgica, cual conjura de sus influencias más atrevidas, procesadas por la mente maestra de Billy Corgan, y claro, sopesando dicho entramado cuasi místico/religioso/neurótico, embarnecieron la identidad de su sonido primigenio, porque al contrario de muchas otras placas ajenas, anteriores y posteriores a su opus , esta posee una definición (que no definitiva) por mucho concreta.
Modulando el drama coaccionado entre los pares simbólicos de lo apolíneo y dionisiaco, esta fluctuación irreverente sucede ya desde I Am One una composición colaborativa de Corgan y Iha, arremetiendo con su producción masiva de guitarras superpuestas, que acentuan una notoria pretención de rock de estadio, sin desprender ápice de melancolía y distorsión. Siva recrea una pasmosa dinámica oriental de guitarras, bajo profundo y batería punzante; tal como un mantra acarreado por las olas de una eterna oscuridad, estallando en una asombrosa fusión de angustia y misticismo.
Rhinoceros sopla diurnas ondulaciones de psicodelia, punteos resplandecientes junto a vocales emotivas. Bella, desgarradora, envuelta en llamas, ideal inmiscuirse en un viaje extracorporal, y volver a través de un vuelco en el pecho.
Bury Me es un corte de abrigadora oscuridad, como sólo los disturbios nerviosos de sonoridad cual lava de rijoso volcán, puede expresar, explotando con batería afanosa, bajeo metálico, riffs voluptuosos y solos de intrépida fluidez.
Crush es una tibia encomienda de trasfondo romántico, dedicada a la prometida del vocalista en aquel entonces. Edulcorada con melosos rasgueos de guitarras acuíferas, el bajo conmueve el espacio donde podrían escapar engañosamente la resonancia de la melodía, todo en un canto nasal que se aproxima a un resplandeciente amanecer.
Suffer se mueve con ritmos cavernosamente tribales en tanto recrea la alucinación semi acústica de una oscura psicodelia à la The Cure. Retoma un estado de luminiscencia con sufrida espiritualidad, mientras las melodías crean imágenes sinestésicas de pequeñas burbujas doradas que flotan sin destino en el espacio nocturno. Snail inicia con un tierno quejido, sorprendiendo con un embate de furia considerada, sonido magno y sentimentalismo astuto y superlativo.
Tristessa ampara el ralo impulso de rock duro con tintes psicodélicos y un imaginario de rigurosa realidad en su letra, mediando los riffs contundentes, batería de golpe poderoso y bajo enervante, el nombre de la pieza deviene de Esperanza Villanueva, musa mexicana que ejercía la prostitución e inspiró al afamado escritor beatnik Jack Kerouac.
Window Paine se ampara entre texturas de ominosa opacidad, convergiendo guitarras suaves y esporádicos golpes instrumentales, hasta arraigarse en una confusa modulación de metal, noise y taciturno vínculo shoegaze.
La placa termina con Daydream reposando en su brevedad casi cósmica, melancólicos arreglos de cuerdas con guitarra acústica y la diáfana vocalización de la bajista D´arcy, quien muestra un lado menos quejumbroso y más inocente.
Gish obtiene su nombre de la actriz estrella del cine mudo Lillian Gish y particularmente, de una broma en el interior de la banda, en la que, supuestamente, Billy Corgan no podía decir fish (pescado) de forma correcta. Este es un debut penumbroso que refleja una estética no del todo desarrollada, aunque es evidencia tácita del ambicioso talento aún por expresarse con rigor.



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