STEVEN WILSON – THE FUTURE BITES (2020)

 



Considerablemente anticipado, el nuevo álbum de Steven Wilson llegó el 29 de enero de 2021. Tras la espera de meses, ya que estuvo planeado editarse en junio de 2020, la experiencia resultó contradictoria: mientras la crítica y un sector de fanáticos amó descontroladamente la placa, otra facción, no menos importante, de admiradores arraigados en el sonido magnificente progresivo de los trabajos anteriores de Wilson, detestaron el resultado y puede que en realidad, no se encuentren errados del todo.

Si desde el elogiado Hand. Cannot. Erase (2015), rasgos más ligeros de sonido asomaron, trayendo cierta elocuencia pop y cuya verificación arribaría en To the Bone (2017), el acercamiento a un sonido de atmósferas desangeladas, estilo ABBA, fue mejor comprendido al añadir enormes referencias de art rock y progresivo pop ochentero  à la  Peter Gabriel y Kate Bush.

La insignia moderna del Rock Progresivo

Dispuesto a renovar el concepto para su nueva obra, Wilson concibió una serie de canciones de tesitura y ritmos crecidamente electrónicos, algo que no le es desconocido, sólo hay que recordar parte de su trabajo en No-Man: Flowermouth (1994) y Wild Opera (1996), así como uno que otro experimento de repercusiones lisérgicas en Porcupine Tree durante los noventa. Sin embargo, para esta ocasión, decidió desligarse de la contundencia del rock pesado y el guiñol deslumbrante del progresivo setentero.

Una marca, un rostro, un empresario...

Si acaso es o no un buen álbum, queda a consideración de cada uno. Como parte de este nuevo contenido, se tienen excelentes cortes, y por supuesto, otros más que se sienten a medio despegar o simplemente nunca generan la tensión pretendida. Aliándose con el productor David Kosten, veterano en esto de la música dance y electrónica, la composición fue encausada no en proporcionar sonoridades enrarecidas y ambientaciones disonantes, aquí la búsqueda aterriza en la suavidad de cadencias con retumbo sintético, materia adicional es el yugo letrístico, cuya cavilación principal deriva hacia la sátira hacia las nuevas costumbres de la sociedad consumista que terminará devorándose a sí misma: en lugar de vivir en un futuro prolijo, lleno de herramientas innovadoras que mejoren nuestro estilo de vida, nos hemos sometido a una marcha sin sentido, en la cual encontramos satisfacción comportándonos como autómatas sin alma.

Ahora me ves... ahora también.

Buen leitmotiv sin duda, pero el álbum no alcanza a concretar solución aparente para semejante tribulación. Su enfoque se vuelve frío y taciturno, cual escrutinio tecnológico encabezado por una inteligencia artificial, sin embargo, hay que resaltar los parajes melódicos y ecos en Unself, la breve y tenue balada inicial, cuyo mortecino eco puede traer a la memoria al Radiohead del Ok Computer (1997). 

Encuentro con uno mismo y el otro yo

Casi de inmediato arranca Self, a esta, la considero el auténtico inicio del plato. Partiendo con percusiones que congeniando a través de capas de sintetizadores metálicos y coros que reiteran su obsesión lírica: una abstracción de la identidad mal formándose en el Ego. Sobreviene un bajón en la tensión con King Ghost, soberana de atmósferas desconcertantes, donde la vocalización de Steven se suelta en su practicado falsete, destilando una suerte de enigma cósmico de pasmosa belleza. Sería recomendable escucharla con audífonos para percatarse de cada detalle en sus programaciones futuristas, o en su defecto, a un volumen bastante alto en parlantes de buena calidad, evitando que su oscuridad impacte con hastío. 

King Ghost

12 Things I Forgot resulta un honesto, aunque olvidable pop rock, siendo quizá el corte más común del disco. Sin que lo anterior contraiga un significado protervo, tenemos a un Steven Wilson trovador y emocional, cantando sobre la nostalgia, montado una base de batería orgánica y teclados amenos. 

12 Things I Forgot

Eminent Sleaze es un acercamiento indiscreto a la mejor desfachatez del funk, fraguado a partir de un bajo Chapman de línea melódica y dura, coros proverbiales de música disco y ritmos programados que deslucen conforme la pieza avanza. Man of the People es una contemplativa balada electro soul con reminiscencia al Pink Floyd de los setenta, adornada con teclados y el reflujo de una guitarra amortiguada. En este sentido, es un nuevo bajón a la fluida mixtura del álbum, aunque claro, Wilson regala otra vibrante interpretación vocal. 

Man of the People

Personal Shopper fue el primer corte liberado. Y esta pieza no es poca cosa. Cien por ciento electrónica fluida, resulta una embestida jactanciosa que recupera los mejores recursos de Kraftwerk y Giorgio Moroder, con programaciones volcánicas que enarbolan atmósferas bailables casi épicas. De este modo el drama se estira satisfactoriamente gracias a los coros que confiesan el extrañísimo afán consumista moderno, elevándolo a un nivel cuasi metafísico. Mención especial, la participación de Sir Elton John, enlistando una serie de posesiones costosas que exacerban la frivolidad de cualquier consciencia. 

Personal Shopper

Follower intenta llevar la crítica al siguiente nivel, un intento banal de atención a través de las redes sociales, cuya repercusión se viste con sintetizadores y un inerte ataque de guitarra, volviéndose un experimento pop anodino. The Count of Unease concluye el álbum, tal y como se podía esperar: espectral y taciturna, con vocalizaciones sensibles que remiten una inconmensurable melancolía, mientras la atmósfera de teclados y punteos de guitarra se diluyen lentamente a través de su propio influjo crepuscular.

La cuenta de la enfermedad

Algo innegable acerca de The Future Bites, es que no se trata de un trabajo común, aunque tampoco es posible catalogarlo como un triunfo, a pesar del gran atención mediática que ha obtenido. El álbum finalmente, quedó lejos de aquello que tanto prometía.   


Tracklist:

1.- Unself

2.- Self

3.- King Ghost

4.- 12 Things I Forgot


6.- Man of the People



9.- The Count of Unease


Álbum completo 👾 en YouTube y Spotify

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