ADAM AND THE ANTS – KINGS OF THE WILD FRONTIER (1980)

 

La música es más que la conjunción de sonidos, melodías y compases. También involucra un momento dedicado a la escucha sincera y dedicada. Si bien, desde tiempos clásicos, los compositores exponían obras grandilocuentes que continuamos alabando, los géneros subsecuentes, sean cuales sean, significan un modelo disruptivo dentro del arte, ya que adaptan moda, arte plástica y por supuesto, sensibilidad musical.

Teniendo en cuenta lo anterior, existen registros fonográficos que deben considerarse como escuchas necesarias, para comprender a plenitud los sonidos de hoy. En el caso, de ciertas propuestas atrevidas, con una esencia más o menos original, se encuentra la agrupación fundada por Stuart Goddard, quien tras ser expulsado de Bow Wow Wow, agrupación de new wave cuyo manager fue, ni más ni menos, Malcolm McLaren, adoptó el nombre artístico de Adam Ant.

Junto con el guitarrista Marco Pirroni, quien venía de la agrupación punk Rema Rema, donde vertía una serie de riffs arrebatadamente pesados, y una vez integrado en “Las Hormigas”, cambió radicalmente hacia un sonido más sutil. Integrando al bajista Kevin Mooney y a dos bateristas, para alcanzar una poliritmia enfocado en lo tribal, las canciones resultantes en su álbum debut, Dirk Wears White Sox del 79, fue un amasijo de música dionisiaca.  

Sin embargo, para su segundo LP, “Reyes de la frontera salvaje” explotaron aun más sus cabidas para explorar nuevos recovecos musicales, estéticos y artísticos. Desde la imagen hibrida de Adam Ant, una fusión de pirata inglés con apache americano, añadiendo el magnifico detalle de una línea blanca cruzándole el tabique de la nariz (imagen que básicamente le construyó McLaren y cuyo detalle, sería “raptado” por Marilyn Manson veinte años después); hasta referirse a este trabajo, “el último clavo en el ataúd del punk”, y claro, no fue para menos.

Ant desde su postura exhibicionista y heroica, rápidamente se volvió un frotman de culto, auspiciando el éxito de sus presentaciones en vivo, hacia este segundo esfuerzo discográfico, el cual alcanzó importantes lugares en las listas comerciales. Editado el 3 de noviembre de 1980, ahora, cuarenta años después, podemos apreciar un sonido que si bien, se fundamenta en estructuras pop convencionales, no deja de ser un variopinto derroche de vanguardia y experimentación.

Definiendo los tiempos en los que fue concebido, el plato arranca con la famosa y exorbitante Dog Eat Dog una brillante mezcla de poderosos y elegantes riffs de guitarra, cortesía de Perroni, la marcha tribal de ambas baterías acrecienta el ímpetu vocal de Ant, llevando la pieza a una cúspide acompasada y sexual. Antmusic arremete con sus percusiones marcadas, riffs efervescente que derivan en un solo alucinante y gracias al carisma que Ant le impone a su canto, logra salvar sus letras de la pena ajena. Feed Me to the Lions mantienen los ritmos contundentes, mientras la guitarra genera texturas que se desenredan sutilmente como un hilo metálico y las voces generan una extraña sensación de epicidad. Los Rancheros es un ejercicio jocoso de rockabilly cuya letra deviene de una película de espagueti western, muy en línea a los soundtracks de Ennio Morricone. Ant Invasion comienza con un solo de guitarra espacial, integrando casi de inmediato, la voz y un bajo profundo de malévolas intenciones. Estupendo desempeño de Pirroni tras las seis cuerdas, transformando la pieza en una épica intergaláctica con ese aire western que te invita a tomarla completamente en serio; muy a pesar de su letra, que nuevamente, es salvada por el excelente cometido del vocalista. Killer in the Home es una marcha de percusiones militantes, fragantes rasgueos de guitarra y el poderoso canto de Ant, que dota de una, casi auténtica, frescura heroica, resultado de un pastiche de cultura pop y miras semi descremadas. Por un instante, se puede sentir una agrupación en verdad peligrosa. Kings of the Wild Frontier obtuvo un satisfactorio lugar en las listas de éxitos, gracias a sus baterías tribales, su melódico bajo digno de cualquier banda de heavy metal de la época, y sus guitarras atmosféricas que enervan los ímpetus con su resonancia briosa. Ant se luce incitando con sus diversas vocalizaciones, inmerso en una jungla donde el eco se filtra entre la maleza enalteciendo su llamado a la seducción. The Magnificent Five muestra un lado más asequible y pesado a la vez, entre guitarras vividas en distorsión y otras, libradas por completo de esta. La sección rítmica es prominente en este intento de power pop, mientras el trabajo vocal no desentona en absoluto. Don´t Be Square (Be There) retoma un aire rockabilly con rítmica disco, es sin duda la pieza más bailable del plato con un pegadizo estribillo e implacables cambios armónicos que viran hacia lo siniestro. Jolly Roger despliega la imponente voz de Ant, una ligera guitarra distorsionada y una línea de bajo sutil y melódica. Making History mezcla rockabilly, el ímpetu western con una atmósfera propia del new wave, aderezada con valientes coros pop. The Human Beings es un rock de ánimos bailables, extraños efectos enmarcando la roída atmósfera y percusiones preindustriales que junto a la voz de Ant, nos recuerda la dinámica militante de Devo.

Kings of the Wild Frontier es un estupendo trabajo que rompe con el canon del punk, conservando su actitud enardecida y combinándola con los mejores elementos del glam. Todo gracias, a la visión y deseos de sobresalir (y de venganza) por parte de su implacable líder y rostro, Adam Ant.



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