DAMA DE BLANCO – POLVO (1992)
La tradición del rock en español resulta sumamente vasta. Han existido toda
clase de agrupaciones que han tomado por asalto, no sólo las capas del aire,
sino los oídos y consciencias de quienes se han animado a escucharlos. Y por
supuesto, la magnifica virtud en todo esto, es que hay suficiente diversificación
para todos los gustos.
Dama de Blanco es un ejemplo excepcional en el rock mexicano. Prácticamente
desconocidos, alejados siquiera del culto que reciben aquellas bandas que
lanzaron un cierto material, ahora legendario, y que desaparecieron, como
ellos, dejando atrás el rumor de su existencia.
Es necesario revalorizar y escuchar esta banda. Durante años hemos tenido
un bombardeo constante de música basada en fórmulas, sampleos añadidos desde
las bibliotecas virtuales en estudios de grabación, efectos de sintetizador y no
es que este mal, pero es música convertida en producto y alejada de la
emocionalidad que dicta el corazón.
Dama de Blanco estuvo integrada por Giorgio Agresti en
las guitarras, Víctor Amaral en el bajo, Gabriel Preyón en la voz
y Víctor Saucedo tras la batería. Su único álbum, Polvo, lanzado
en 1992 por la extinta disquera Avanzada Metálica, cuyo tiraje limitado, sólo abarcó
los formatos de casete y compact disc.
¿A qué suena Dama de Blanco? Podemos categorizar a la agrupación
dentro del post punk y el gótico, ambos de vena más o manos popular. ¿Por qué
no despegó? En aquel entonces había otros sonidos que golpeaban fuerte en las
listas de popularidad, adicional de la poca difusión que se le brindó al álbum,
ya que la disquera, como bien lo marca su nombre, enfocaba sus esfuerzos en el
metal.
El álbum abre con la línea de bajo representativa del gótico, honda, larga, entrelazándose con el galope de la batería. Miserablemente desentraña una guitarra que le debe mucho a la tradición fundada por Joy Division, The Cure y Bauhaus. La dinámica melódica es efectiva cuando la voz de Pareyón entra, empatizando con el timbre de Saúl Hernández (paralelamente, Caifanes estaba en su apogeo). En su letra, una pavorosa soledad se vuelve una tortura placentera. Luna Temprana es en mi opinión, la pieza más interesante del plato. Consagrada nuevamente en el costumbrismo gótico, su letra poética logra nuevas latitudes en las melodías vocales de Pareyón, Guadalupe Valenzuela y Lourdes Beltrán, extraordinarias coristas invitadas, en un momento verdaderamente épico. Las guitarras otorgan un toque bello y experimental, en una paradoja enrarecida, mientras la mezcla rescata las texturas de un violonchelo exacerbante.
En Dinero la sección rítmica y la guitarra somnolienta fluyen entre un ska oscurón que lentamente se transforma en un rock demencial. El trabajo tras la consola es soberbio, todos los instrumentos se escuchan nítidos y la voz, portentosa. La letra es una crítica hacia el dinero, como captor de las emociones humanas. Cayendo comienza con risas de ultratumba, conformándose mediante el juego de bajo, batería y guitarra, virando hacia la primer ola del post punk. Otro músico invitado, Martin Singer, se desvive entre sus percusiones Afroantillanas, sin embargo, quedan ocultas tras el distorsionado solo de guitarra. La letra toca con desesperación, la caída hacia un abismo de locura y miedo irreales.
Suicidas Amantes del Suelo es una pieza melancólica que se acompaña con guitarra acústica, el violonchelo expresivo que decanta misterio, y un discreto solo de guitarra eléctrica. La letra de Pareyón es una carta de amor roto, triste, por aquella amada que decidió quitarse la vida. Humo Verde se deja guiar por el bajo saltarín que hizo marca Joy Division y otros grupos como the Mission y The Chameleon UK. Aquí el efecto es somnífero, la guitarra y batería quedan por detrás en la mezcla, arrojando la voz y los coros por delante, como un designio atmosférico de la letra. Callejón sin Salida es mucho más experimental, con líneas excelsas de bajo (casi virtuoso), y un efecto sobre los rasgueos de la guitarra que recuerda al The Cure de mediados de los ochenta. La letra claustrofóbica, relata el deseo obsesivo de un sujeto por una mujer fantasma idílica y pura.
Polvo
concluye el tonelaje de la mejor tradición gótica. Percusiones hondas, bajo
melódico, guitarras diligentes con inesperadas capas de distorsión, una letra
que se decanta por cuestionar quienes somos, humanos o algo menos vive y
respiran sin consciencia.
Grandes talentos que por una u otra razón nunca lograron afianzar su trayectoria,
más allá de este primer opus. Vale mucho la pena experimentar sus atmósferas
oscuras y melancólicas, que a pasar de tratarse de un álbum independiente grabado
y producido hace 28 años, continúa tan fresco como la primer brisa de la mañana.
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