LA BARRANCA – EL FUEGO DE LA NOCHE (1996)
Pocos álbumes pertenecientes a la escena del rock nacional, que, siendo
debut, lograron captar la esencia poética de una tradición antigua y vasta. Acaecido
desde su nombre, El Fuego de la Noche es el desenvolvimiento de la
oscuridad, una congregación aural de espíritus que danzan alrededor de una
hoguera en medio de una selva negra.
La Barranca, integrada por tres piezas fundamentales, José Manuel Aguilera
y Federico Fong, quienes ganaron reputación al participar en la grabación del
también debut de Jaguares unos meses después, aportando guitarras y bajos.
Apoyados por Alfonso André tras la batería y percusiones, experimentaron con
extensos sonidos, letras fascinantes en su construcción dedicada a la
mexicanidad, ímpetu y energía casi chamánica. La concepción del álbum tuvo
lugar en Zapopan, Jalisco durante la semana santa de 1995, mientras la
grabación se realizó en la Ciudad de México.
Publicado el 12 de abril de 1996, el plato se convirtió en referente obligatorio del rock nacional, con enorme sabor latinoamericano. Reptil, la pieza que apertura, es claro ejemplo, mediante su percusión tribal y pantanosa, guitarras eléctricas fluidas y contundentes, el bajo omnipresente, la voz de Aguilera pondera una letra casi perniciosa, una denuncia social y política, el reclamo que enfrenta la fuerza que ha pisoteado la esperanza de las personas, apersonado en la figura de un dinosaurio (el reptil), metáfora de los partidos hegemónicos. Mención especial a los coros artesanales de Cecilia Toussaint. Akumal es una canción de espíritu folclórico, convergiendo en drama y conjugando las persecuciones provenientes de la selva profunda, el bajo diligente y los arreglos de violín, junto a su letra metafísica, referenciando la península de Yucatán. Esa Madrugada mantienen la tensión con su embate preciso, el bajo poderoso y riffs de guitarra eléctrica fuertes y algunos despliegues que recuerdan a King Crimson. Cecilia Toussaint aporta sus vocalizaciones semejantes a una fuerte ventisca de aire puro y benigno, cortando la incesante y densa oscuridad del tema. El Alacrán es emotiva, irradiando folclor, con las particulares percusiones de André, ese violín atmosférico, cortesía de Jorge Gaytán y el solo casi fantasmal de Aguilera. La letra es otra evocación mística, una advertencia acerca de la inminente mortalidad. Elixir de la Vida es poderosa y desconcertante. Las guitarras, batería y bajo abren a pleno galope, la voz es mesurada, permitiendo fluir el rock duro de mano de su letra, una delirante búsqueda alquímica por la sustancia que dota a quien la beba, de vida eterna. Un sueño de males íntimos y plenarios. Don Julio, es un breve interludio instrumental, alegre (hasta donde alcanza), fluyendo en deliciosos ritmos tropicales, edulcorados por trompeta y tambores costeros. El Síndrome resulta el ejemplo perfecto de la maestría de sus intérpretes. Es una balada emotiva y misteriosa, desplegándose a través de su luminoso riff de guitarra, su batería cabal y su bajo mejor que minucioso. Su bella letra, es evocativamente afligida. Quémate Lento mezcla cierto dejo de son, esencia que se bebe fría como el vino, ardiendo en la garganta, mientras el poderío del rock pesado edifica la pieza: Percusiones tribales y guitarras sutiles que estallan al menor parpadeo. La Barranca manifiesta la mejor tradición de rock duro, versátil, contundente y oscuro. Los instrumentos se destacan a sí mismos, gran ejecución de las guitarras con solo distorsionado incluido, el bajo atmosférico de Fong y el arreglo poderoso de André tras la batería. La letra autorreferencia a la agrupación, situando al escucha en el límite de la mortalidad, bajo una pávida mirada que se pierde en la densidad de lo desconocido. El Mezcal es un tema acústico que brinda descanso: un paseo de noche a través de una meditabunda ruralidad. El Cometa es atmosférico y denso. El arreglo de Fong es interesante, su bajo se pondera como instrumento dirigente, desplazándose con diversos efectos y sonidos propiciados por la guitarra de Aguilera y los platos discretos André. Es la canción más cósmica del plato, un viraje galáctico que planea entre el descubrimiento de lo sacro y la irreductible perdición. Ruinas empata los rasgueos acuáticos de la guitarra y el bajo asfixiante, detonando en un rock elegante y enérgico. La letra refiere a la problemática vida en la Ciudad de México, como fuente de prosperidad en el pasado, mientras que ahora (y en ese momento, 24 años antes) se mira como un cumulo de rocas que se rinden ante el descomedimiento del tiempo. El plato concluye con dos piezas instrumentales, Cerca del Fuego y Huitzilac, breves, tribales y atmosféricos.
El Fuego de la Noche es la razón ideal para descubrir el rito del rock
mexicano, así como la música de La Barranca, rica en oscuridades y placeres
astrales. Una trayectoria sin duda, inmortal y a prueba del rasguño de la arena
del reloj.
BONUS TRACK: para las reediciones, fue incluida la pieza
Chan-Chan original del musico cubado Combay Segundo, cuya mística reiterativa es
fecunda en ritmos hipnóticos y arreglos atrayentes, organizados por supuesto,
por el talento de los integrantes de la agrupación.
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