CAIFANES – VOLUMEN 1 (1988)
La década de los ochenta fue una tumulto peculiar, consagrando grandes referencias culturales que prevalecen cuarenta años después; clavadas de lleno en una memoria dominada por el colectivismo. En los terrenos musicales, estos años significaron una metamorfosis más allá de lo simbólico, dando lugar a la desaparición de la “fiebre” disco, cedió un carril a la escenificación intensa del post punk en cuantiosas ramificaciones desde el arrebatado hardcore, la convergencia de ritmos africanos para conectar a una consciencia mundial, el dominio del ruidismo, variedad de atmósferas sintetizadas que viraron entre la esencia apolínea y dionisíaca, expandiendo los conceptos que no requerían palabras en un adeudo de auténtica sensibilidad.
La explosión del romanticismo y la experiencia gótica permeó a muchas
agrupaciones inglesas, dotando su música con dramatismo, poesía y montajes
fantasmagóricos. No faltó mucho para que esta teatralidad se reprodujera en
otros países europeos y en Estados Unidos en donde tuvo una importante exposición. Gracias
a esta enorme demanda, Latinoamérica se vio salpicada no sólo de la estética,
sino de la calidad compositiva de este subgénero. Quizá la primera agrupación
latina con miras de auge mediático, en copiar la apariencia de cabello rebelde
y desalineado de The Cure, fue Soda Stereo. En México se hallaban distintos
proyectos que tardarían un poco en cuajar esas características y apropiárselas, surgiendo como remanente de Las Insólitas Imágenes de Aurora, Caifanes se formó
en 1987 con Saúl Hernández en voz y guitarra, Salvador Romo en el bajo, Alfonso
André en la batería, y Diego Herrera en teclados y saxofón ocasional, sufriendo
las dificultades bien conocidas para encontrar casa discográfica (su apariencia
resultó “vanguardista y adelantada” a ojos de la idiosincrasia costumbrista y
ajena a las corrientes de moda). Debido al formidable desempeño de sus
presentaciones en vivo y su creciente popularidad, la grabación de su álbum debut
resultó inminente.
Editado el 28 de agosto de 1988, el opus primigenio de la agrupación
(vía RCA Victor, y producido incondicionalmente por Óscar “Cachorro” López),
fue un tremendo golpe al timón de lo que se escuchaba en las radiodifusoras
nacionales y de habla hispana. Si bien, el mote de “Rock en tu idioma”, mera
etiqueta gastada, ayudó significativamente para que el LP lograra una
exposición fructífera. Las canciones seleccionadas, deambulan entre las
reconocibles influencias de la época (el gótico épico de The Cure, la opacidad sintética
de Joy Division, la tosquedad de Bauhaus y el ritmo perseverante de Siouxsie
and the Banshees), matizándolas con el regionalismo y folclor mexicano.
Mátenme porque me Muero es una gran apertura, con título extraído de la película homónima protagonizada por Tin Tan, sacude con su fluida y juguetona línea de teclado, la batería robusta se conjuga con el bajo en un perfil incógnito entre la guitarra y la voz. La oscura lírica retrata de manera, cuando menos curiosa, la depresión y el suicidio.
Te Estoy Mirando arranca con rítmica galopante, la guitarra se incrusta armoniosamente con los teclados volviéndola una pieza atmosférica, además, el estupendo trabajo vocal excusa al narrador de la letra, como víctima de su propia convulsión hacia las experiencias voyeristas.
Amanece incita a la rebelión, poderosa y breve. La batería de André es afanosa e impacta con cierta profundidad sensible, la guitarra y bajo conjugan un discreto ejercicio de hard rock, mientras los teclados revitalizan luminiscentemente, una metáfora de cualquier mañana donde el sol predomina.
Será por Eso es una exploración onírica y sombría, un irremediable descenso a la locura. La guitarra y teclados vuelven a emparejarse rayando la exuberancia, la sección rítmica destella una exquisitez cruda y desesperada, y como aderezo, el lóbrego solo de saxofón que delata cierta esperanza, muy a pesar del hambre asesina plasmada en la letra.
Nunca Me voy a transformar en Ti resulta un jovial ejercicio influido por The Police, con ritmos enérgicos y teclados que desvían la luminosidad hacia las vocales. La letra es una declaratoria de principios taciturna pero expectante. Viento es la pieza más asequible, con sus diáfanos riffs corales, los teclados de Herrera prometen clarificar el ambiente; en tanto la batería de André y el bajo de Romo rebosan profundidad. La letra de Saúl es devela una estructura poética de costo existencial, cuestionando el paso del tiempo a través de su curiosa metáfora.
Cuéntame tu Vida marcha circular con su honda batería y bajo desenfadado, efectos translucidos de sintetizador y la voz quejumbrosa que insta a un escucha especial, a relatarle sus vivencias ante un repentino brote de sobrecogedora empatía.
La Bestia Humana es poderosa desde sus primero acordes con su base rítmica fúrica y elegante. Mención especial a la participación de Gustavo Cerati quien aportó su guitarra para brindarle ese toque de vanguardia, muy en estilo del álbum Signos de Soda Stereo.
Nada es el
desesperanzador cierre, un siniestro canto hacia la perdida, donde las
percusiones estallan durante el clímax, con efectos de eco que brotan con hondura.
La guitarra acústica engalana la sensación inhóspita, mientras el sintetizador recrea
una atmósfera de ominosa frialdad.
El LP original sólo contenía las nueve pistas comentadas, y para su reedición de CD en 1993, se añadieron dos piezas bastante conocidas: La Negra Tomasa (curiosamente primer sencillo del álbum, aunque no apareció en este, salvo por un EP) en su versión Bilongo, un cover tropical aderezado con las influencias anglosajonas de la banda, haciéndolos ganar una cantidad insospechada de nuevos admiradores que no sólo gustaban de sus ecos británicos, sino del arrojo latino. Con más de siete minutos, esta cumbia estira su tórrido ritmo, abrazando el saxofón divergente y el solo de guitarra, cuyo efecto, lo vuelve un fantasmal susurro.
Perdí mi Ojo de Venado es una pieza galopante de ritmos noctámbulos, pujante con su guitarra acústica acuciosa y teclados abrigaderos de misterio. La letra es un viaje a las entrañas de lo esotérico, una visita al Mercado de Sonora en busca de ese amuleto que traiga paz al espíritu atribulado.
Caifanes o Volumen 1 o El Disco Negro o Mátenme porque me Muero, no es sólo un álbum fundacional, sino una pieza ontológica e indispensable para comprender la rica tradición de música crepuscular “made in México”. Además, es en toda forma y regla una codificación en el sistema discográfico que se aperturó la muchas otras bandas nacionales e hispanohablantes.
¿Qué más puede aludirse a una banda de la que se ha dicho todo?
.jpg)
%2023.46.26.png)
%2023.46.00.png)
Comentarios
Publicar un comentario