THE POP GROUP – Y (1979)
La sana aparición del movimiento punk trajo consigo una revolución sustanciosa desde el punto de vista estético y musical a mediados de los años setenta. En los países pináculos de esta “revuelta”, Inglaterra y Estados Unidos, emergieron agrupaciones de todo tipo, desde colectivos estilísticos que buscaron llenar con una propuesta nueva las corrientes literarias y poéticas, deconstruyendo el idioma y encausándolo hacia una exponencial evolución, hasta nuevos encuadres en la fotografía con imágenes reveladoras y provocativas; y así mismo en el cine, con una marejada implacable de filmes subversivos y eléctricos. En cuestión de innovaciones sonoras, grupos de jóvenes (en su mayoría) que jamás habían sostenido un instrumento en su vida (y por lo mismo, con nula habilidad), fueron sagazmente impulsados por el estallido punk, conformando una escena que resultó mucho más significativa que varias propuestas mainstream que transitaban en los tops de popularidad.
La mecha fue encendida y su ráfaga devino en un espectacular fuego que iluminó hasta la noche más densa. El post punk se decantó a sí mismo en un género enriquecido y hambriento. Una de las bandas que mayor provecho sacó de la ola fue The Pop Group: Creativos, efervescentes y experimentales, manteniéndose rudimentarios pero audaces o como el periodista musical Simon Reynolds los adjetivaría: “agitadores intelectuales”, fraguando un serial de canciones acopladas con ritmos ajenos al rock, como una incisiva exploración sónica de carácter disidente, erigiéndose como una de las mejores bandas, aunque no de las más conocidas.
Grabado a finales del 78 y principios del 79, “Y”; su
álbum debut, fue un martillazo en la conciencia. Rompiendo
las estructuras tradicionales del formato de una banda de rock, revestidos como una
banda funk especializada en devorar free jazz y rock ácido; elegantes como lienzo en
blanco, mezclando conceptos alcanzados por la poesía beatnik y desplazándose por la penumbra reminiscente del teatro de la crueldad de Antonin
Artaud, su búsqueda estalla en miras de la vanguardia, la revuelta política y la desobediencia. Ellos impusieron un serial las reglas en un
nonato de dictámenes con su propuesta subversiva, cuando las
principales agrupaciones punk en Reino Unido se vieron colapsadas. The Pop Group
fraguó un reproche dionisíaco aferrándose a la masa conceptual y deforme de temas tan variopintos como la diplomacia, lujuria, poesía, espiritualidad y artificios propios de la época.
El álbum (originalmente) abre con la estupenda y terrorífica Thief of Fire, dominada por una magnífica mancuerna rítmica, rica en economizar los recursos bailables de la música disco, mientras las guitarras deambulan entre el funk y rock ácido à la Jimi Hendrix Experience, aderezando con una técnica vocal sometida a las pautas del dub. La letra retrata el mito de Prometeo y la búsqueda del conocimiento ilícito.
Snowgirl inicia con un piano espeluznante y los susurros del vocalista Mark Stewart, guiándose por texturas fantasmales de la guitarra con repuntes súbitos, mientras el bajo y batería emparentan impenetrables. Blood Money despliega una rigurosa capa de texturas ruidosas, efectos y hondas percusiones emparentadas con el jazz más primitivo.
Llegamos al pináculo más estremecedor del plato con We are Time demoledor corte que semeja una súplica banal, transformándose en un intenso aullido existencialista; de donde emergen guitarras punzantes, vocalizaciones cavernosas de ecos siniestros y caos experimental sobre el miedo al porvenir, visto con una visión afectada por el pasado.
Savage Sea reverbera sobre una calma espeluznante y engañosa, resguardando un premeditado peligro entre la oscuridad, a punto de lanzarse directo a la yugular. Words Disobey Me retoma el ataque funk, aderezado con delirios provenientes de ritmos disco y acordes desconcertantes. Don´t Call Me Pain se profesa contra la política interior que ocasiona problemas económicos y decadencia social, que, al mismo tiempo, se revela a sí misma como la mayor inspiración artística de todas: el dolor; el corte lidera ritmos entre cortados y un saxofón proveniente de los mejores álbumes de Miles Davis, exuberante y descompuesto.
The Boys from Brazil es un ataque
precipitado, recargado con texturas enrarecidas,
nuevamente, bajo y batería brillan con resplandor único. Don´t sell your Dreams concluye (originalmente) el álbum, comenzando abstraída en su propia oscuridad,
destilando una percepción precaria de un enigma delirante, extenuante disonancia y la condena de un narrador anónimo por permanecer
honesto consigo mismo.
Mención Especial: a las dos pistas adicionales que fueron integradas en reediciones del álbum, “She´s Beyond Good and evil” parte de una línea de bajo perteneciente a la música disco, guitarras punk lúgubres envestidas con funk, en tanto se narran de manera abstracta, devenires entre existencialismo y política fallida. “3:38” es un experimento complejo, una grabación puesta al revés y procesada, implícitamente hacia una recreación mecánica más cavernosa en comparación de los ritmos acompasados que llegarían con la década siguiente.
Temerario, tribal e inaudible, “Y” es la banda sonora ideal para un filme tan subversivo como Holocausto Caníbal, presagiando el apocalipsis a través de una pasmosa advertencia.
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